El día a día puede llegar a ser muy ingrato cuando nos damos cuenta de que nos hemos pasado la vida inmersos en una rutina llena de estrés, deudas, tráfico, problemas familiares, alimentación inadecuada, una salud física y mental que pende de un hilo y pocas horas para dormir e incluso siendo casi una proeza para muchos de nosotros, lograr conciliar apropiadamente el sueño. La lista es, pues, larguísima; sin embargo, no es éste el tema a ahondar, sino a minimizar (y solucionar).
Cuando somos adultos, muchas veces no sentimos paz, tranquilidad ni la tan ansiada libertad. Y nos preguntamos a qué se debe. Muchas veces es frustración o en otras, ansiedad, cansancio, malos hábitos y/o pensar que ya no podemos o no nos merecemos la oportunidad de encontrar aquello que nos brinde libertad, equilibrio y paz mental.
Adquirimos libros de autoayuda o buscamos una terapia psicológica en el mejor de los casos. Y ahí están nuestros hijos mirándonos, mientras les exigimos que sean lo que nosotros no podemos lograr ni un solo día, siendo ya adultos.
Es en este punto que me atrevo a formular la siguiente pregunta ¿somos un buen modelo para nuestros hijos? No. Los niños no aprenden de lo que escuchan, aprenden de lo que ven (comportamiento aprendido).
¿Será entonces necesario cultivar hábitos en nuestra familia y en nuestro propio desarrollo personal? ¿por dónde empezamos? ¿nos podemos volver disciplinados, constantes, perseverantes, determinados, asertivos, etc., de un día para otro?
En mi viaje personal, debo confesar que he pasado por todas estas etapas. Fue un día, cuando en mi estrés laboral diario, acompañé a mi hija a sus clases de Taekwondo. Recuerdo que pasaba por un momento bastante complejo, y solo escuché al instructor ofrecer clases para adultos. Fue un segundo que pensé ¿por qué no?
Ese fue mi primer paso hacia las artes marciales; pero sobre todo el inicio de un nuevo, y más sano, estilo de vida. Como mencioné líneas arriba, este cambio no sucede de un día para otro. Me atrevería a decir que en realidad la mejora es constante, y se ve reflejada en nuestro desarrollo personal como también en quienes nos rodean (específicamente la familia).
Dar el primer paso a los 40 años es atreverse a salir de la zona de confort, para conocer un estilo de vida que nos acompañará a cultivar los hábitos que necesitamos poner en práctica a fin de mejorar como seres humanos y también para proyectar ello en nuestros hijos, familia, trabajo y amigos.
Ya son cinco años que mi esposo, mi hija y yo, practicamos Artes Marciales, y no solo ha mejorado nuestro estilo de vida sino que además hemos encontrado en ella un motivo para valorar nuestra salud mental, física, espiritual y mejorar la manera en que interactuamos en familia. Y a cultivar los siguientes hábitos:
- Valor para cambiar una situación negativa y convertirla en algo positivo
- Tener actitud positiva en cada situación que se nos presente
- Ponernos metas realistas y concretas (cuando uno tiene claro el “qué” tiene claro el “cómo”)
- Aprender lo mejor de cada persona (escuchar es fundamental)
- Adaptarnos a los cambios (la pandemia y todo lo que vino con ella, por ejemplo), acompañarse de personas que nos ayuden a enfocarnos en lograr nuestras metas (rodearse de personas que acompañen nuestra visión) que nos guíen y nos ayuden a seguir escalando hacia nuestras metas, superar las frustraciones y entendernos; aceptarnos y mejorar (perdonarnos más, amarnos más).
He conseguido todo esto disfrutando cada clase de artes marciales, entendiendo mi proceso, y aunque como ser humano he tenido avances y retrocesos, siento que más allá de la técnica o capacidad física que pensamos que necesitamos tener para conocer el mundo de las artes marciales, ahora soy capaz de enfocarme, organizarme mejor, cuidarme, amarme, aceptarme y ver cómo puedo mejorar día a día. Escuchar al instructor con atención y seguir sus indicaciones, pero principalmente, hablarnos internamente de manera asertiva (motivarnos), a fin de minimizar la probabilidad de sentirnos frustrados y terminar abandonando todo el proceso (mientras que, irónicamente, exigimos que nuestros hijos no dejen de practicar y/o estudiar).
El éxito no está necesariamente en ser el mejor ni en compararnos; a nuestra edad debemos disfrutar esos maravillosos 45 minutos de clase para dejar todo lo externo en la puerta del Dojahng, desconectarnos del mundo y vaciar nuestra mente.
Nunca es tarde para empezar. ¿Qué más esperas para dar ese primer paso? Atrévete.
Recent Comments